Isla Barro Colorado,100 años de ciencia y descubrimientos

Cinco científicos panameños ofrecen un vistazo a la experiencia de trabajar en la Isla Barro Colorado, una meca para biólogos tropicales.

Vanessa Crooks
Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales

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Despertar con los rugidos de monos aulladores, encontrarse con una variedad de animales en los senderos, convivir con investigadores de todas partes del mundo, y tener decenas de experimentos y una riqueza de datos recolectados desde hace décadas en un solo lugar; son algunas de las experiencias únicas que brinda a biólogos tropicales desde hace un centenario la Isla Barro Colorado (BCI por sus siglas en inglés), la primera estación de investigación del Instituto Smithsonian de Investigaciones Tropicales (STRI).

Igualmente, hay un centenario de historias y perspectivas diversas de investigadores que han pasado por esta isla y el significado que tiene esta para la ciencia. La isla de 1,560 hectáreas, la cual se creó en 1914 tras la construcción del Canal de Panamá y el 17 de abril de 1923 fue declarada reserva natural.

Desde su origen es un laboratorio natural tropical donde se estudia los efectos de los relámpagos en los árboles, los microbiomas de las plantas, el comportamiento de insectos, interacciones entre mamíferos y semillas, y mucho más.

Casi 100 años de datos de clima, cuatro décadas de monitoreo ambiental, y la primera parcela de monitoreo a largo plazo y a gran escala de bosque tropical desde 1980, han proporcionado información valiosa sobre cómo los bosques y sus habitantes cambian a través de los tiempos.

Panameños y panameñas han trabajado en la isla desde su comienzo, como personal administrativo, equipo de seguridad, guardabosques, guías, cocineros, etc., y han sido esenciales en el funcionamiento de la estación. Y aunque al principio su acceso era limitado a científicos hombres estadounidenses, desde entonces han llegado miles de investigadores y estudiantes de todas partes, incluyendo Panamá, a realizar proyectos importantes de investigación.

“Llegué a Barro Colorado en 1986, recomendado por la profesora Mireya Correa, quien era mi profesora de tesis en la Universidad
de Panamá,” cuenta Rolando Pérez, técnico de investigación de STRI y coordinador de censos desde 1995 de la parcela de 50 hectáreas de BCI, parte de la red ForestGEO.

“Fui uno de los pocos discípulos del doctor Robin Foster, quien fundó la parcela con el doctor Stephen Hubbell. Robin es uno de los mejores botánicos tropicales del mundo; son muy pocos los que pueden identificar en campo cientos de árboles en el trópico.”

La bióloga Eloisa Lasso De Paulis, profesora asociada en la Universidad de Los Andes en Colombia, e investigadora asociada de
STRI, comenta que cuando era estudiante no sabía de la existencia del STRI o BCI. “Fue cuando participé en el curso de Gigante, un curso de campo para estudiantes panameños, que pude conocer de BCI, y toda la maravilla de oportunidades que existían,” dice Lasso, quien ha trabajado con especies de plantas del sotobosque de la isla, Piper y Psychotria.

En BCI, Lasso fue asistente de investigación en su pregrado, con los científicos S. Joseph Wright, Robert Pearcy y Kaoru Kitajima, y
regresó para su tesis doctoral.

Claudio Monteza, estudiante de doctorado del Instituto Max Planck de Comportamiento Animal en Alemania, comenzó como voluntario en el año 2010. “Contaba tropas de monos aulladores en Barro Colorado a las 5:30 a.m., para el censo que realiza la doctora Katherine Milton,” explica Monteza. “En 2013 aprendí a trabajar con cámaras trampas para el proyecto de Evaluación y Monitoreo de Ecología Tropical (TEAM en inglés), liderado por el doctor Patrick Jansen”.

El secretario técnico del Sistema Nacional de Investigación (SNI) de la Senacyt e investigador asociado de STRI, Omar López Alfano, cuenta que BCI fue el epicentro de su formación como investigador. “Siempre tuve la curiosidad de hacer algo con las plantas más allá de conocer sus nombres y su taxonomía; me interesaba saber cómo crecían,” dice.
Empezó en BCI con los investigadores Tom Kursar y Phyllis “Lissy” Coley, quienes se convertirían luego en sus tutores de Maestría y Doctorado, y trabajó en BCI evaluando la fisiología de las hojas.

Anayansi Valderrama, investigadora senior de Entomología Médica en el Instituto Conmemorativo Gorgas, estudió en BCI especies comunes de flebótomos, pero fue por primera vez como estudiante en un curso de Biología de Campo, y luego como investigadora, supervisada por el doctor David Roubik, estudiando chupadores de savia. “Fue enriquecedor tener esa experiencia desde joven en esta isla multicultural,” dice Valderrama.

A pesar de las diferentes experiencias, estos científicos concuerdan en los aspectos que hacen única a la isla Barro Colorado como lugar de investigación. “Aún no conocemos toda la diversidad y las interacciones ecológicas que existen en un bosque tropical como el de BCI.

Solo conociendo cómo funciona podemos aprender a conservarlo y manejarlo de una manera sostenible y rentable,” comenta
Pérez, quien resalta también la importancia de entrenar a las futuras generaciones de científicos y el trabajo en equipo.

“BCI es un referente local, regional y mundial sobre temas de cambio climático, y en la formación de investigadores, y para los próximos 100 años, espero que continúe siendo fundamental en ambos,” dice Monteza Lasso señala que en BCI se puede construir sobre conocimiento ya existente, algo que no se da en muchos sitios tropicales del planeta. “Además, llegan investigadores de todo el mundo, se crean amistades, redes y conexiones que perduran debido a estar ‘encerrados’ en la misma isla y ‘desconectados’ del resto del mundo,” agrega.

“Es un lugar extraordinario para realizar experimentos de todo tipo, y donde el rigor de la ciencia te hace ver el mundo de otra
manera,” dice Valderrama.

López concluye que el éxito de BCI está en que es un sitio de investigación protegido de elementos antropogénicos que puedan
alterar los procesos naturales, y que crea un capital de conocimiento. “Los laboratorios naturales permiten entender la trayectoria de nuestros ecosistemas naturales y esto será de gran ventaja en el futuro,” dice. “Debemos tener más laboratorios como Barro Colorado”.

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