Yo, el PACYT de la UNACHI
La habilitación del Parque Científico y Tecnológico (PACYT), de la Universidad Autónoma de Chiriquí, genera esperanzas para impulsar el desarrollo y la solución de problemas sociales, de salud, agroindustriales y científicos, a través del conocimiento.
Boris Gómez
UNACHI
Los optimistas dicen que estoy hecho para grandes cosas y por eso los demás edificios de la Universidad Autónoma de Chiriquí (UNACHI) me miran de reojo. Como si me tuvieran algo de celo. Me llamo Parque Científico y Tecnológico y para ahorrar tiempo, me nombran PACYT. Soy parte de una universidad creada, por ley, apenas hace 26 años, ubicada en Chiriquí, provincia de la República de Panamá.
En mis instalaciones se registran historias y se piensa en hazañas de investigadores científicos que lleven soluciones a los enfermos, al sistema educativo, al comercio y a toda la Región Occidental del país, que es de vocación agroindustrial. Los informáticos pretenden aplicar sus conocimientos para realizar proyectos que conduzcan a la agricultura de precisión; los tecnólogos médicos insistirán en el diagnóstico oportuno de las enfermedades para luchar, por ejemplo, contra la tuberculosis; y los botánicos descubrirán que hay plantas endémicas, productoras de sustancias prometedoras para la medicina.
Mi estructura
Sobre mi estructura, les comento que la planta baja alberga a las ciencias básicas, ya que cuento con unidades interdisciplinarias de investigación muy sofisticadas que permiten generar conocimientos a través de equipos tecnificados, operados por científicos locales y visitantes, que han recibido entrenamientos en diferentes partes del mundo. Algunos de estos equipos permiten navegar y conocer el ADN y la constitución bioquímica y estructural de diferentes organismos.
En mi nivel medio hay laboratorios, algunos de ellos más enfocados en conocer sobre el entorno social y cultural en el que me encuentro; y, desde donde, se están estableciendo múltiples nexos de amistad y cooperación con otros parques, centros, institutos, empresas y productores del país.
En el nivel superior, se encuentra mi centro neurálgico, la Vicerrectoría de Investigación
y Posgrado, desde donde se proponen las estrategias de desarrollo, que luego serán orquestadas en armonía por los diferentes actores: investigadores, administrativos y autoridades, que diariamente están recorriendo los pasillos, oficinas y laboratorios de mi interior.
El Centro de Competitividad de la Región Occidental (CECOMRO); el Instituto Conmemorativo Gorgas de Estudios de la Salud (ICGES) y la Secretaría Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación (SENACYT), han valorado significativamente la construcción y el equipamiento de mi infraestructura.
Antecedentes
Según escuché, mi creación fue una idea planteada hace más o menos 25 años. La Dra. Juana Ramos sustentó primero, la creación de la Vicerrectoría de Investigación y Posgrado (VIP) ante el Concejo General Universitario de la UNACHI y luego el proyecto de infraestructuras para investigadores, presentado ante el Sistema Nacional de Inversión Pública (SINIP), que daría paso a mi construcción. En este sueño y visión inicial acompañaron a la Dra. Ramos, entre otros, Zela Herrera, Clotilde Arrocha y Roger Sánchez.
Año tras año, administración tras administración, se vino dando seguimiento con los recursos posibles hasta que, en el año 2021, en medio de la pandemia de COVID-19 y bajo la administración de la rectora Etelvina Medianero de Bonagas, se permitió operar en mis infraestructuras.
Equipos multidisciplinarios
Tamara Romero es tecnóloga médica y también es producto de la Facultad de Ciencias Naturales y Exactas de la UNACHI.
Sirvió a Panamá por 12 años en el Ministerio de Salud y vio cómo la tuberculosis sigue cobrando la vida de panameños.
Los informes de la Organización Mundial de la Salud (OMS) señalan que, en 2019, en el mundo, murieron 1.4 millón de personas por enfermedades relacionadas con la tuberculosis; y, en el occidente de Panamá, la provincia de Chiriquí colinda con una comarca indígena donde el problema sigue latente.
Romero ha sido testigo del sufrimiento de jóvenes de 17 años con esta enfermedad, que está en gran medida, ligada a la pobreza. Ha visto cómo se consume un paciente que por años sufrió que su sistema inmunológico no pudiera contra el bacilo causal de la tuberculosis, y pretende, desde la investigación, luchar por cambiar esa realidad.
En el año 2019 le permitieron crear el Instituto de Investigación y Servicios Clínicos y ya está haciendo los contactos para ampliar sus fronteras. La investigadora propone que equipos multidisciplinarios integrados por biólogos, tecnólogos médicos y hasta especialistas en humanidades trabajen en conjunto para ofrecer soluciones.
La aventura de una muestra
Deylin Quiel y Onix Araúz trajeron muestras del suelo de una finca en Tierras Altas, que antes fue fértil, pero sus cultivos, en los últimos años, resultaron con bajo rendimiento. El agricultor de la finca ha practicado la agricultura como se la enseñaron sus padres y nunca hizo un análisis de suelo. Escuché a los científicos explicar por teléfono, al agricultor, que la muestra tenía que ser significativa del área plantada.
Los dos jóvenes egresados de la Escuela de Química de la UNACHI están allí gracias al proyecto titulado “Fortalecimiento de la investigación en agrobiotecnología mediante equipamiento del Parque Científico y Tecnológico de la Unachi”, financiado por la SENACYT.
Será la última jornada y debe hacerse en el espectrómetro de absorción atómica y en el sistema semiautomático Kjeldhal para la determinación de nitrógeno. Luego de esto, el PACYT le entregará los resultados al productor que, por fin, sabrá qué contiene el suelo de su finca. Debe a su vez apoyarse en un ingeniero agrónomo para aplicar las sustancias que la tierra necesita y balancear los componentes con la cantidad de fertilizante adecuado. La muestra, unos montoncitos de tierra que pasaron por diversos procesos, fue sacrificada: no producirá plantas, pero generó conocimiento científico.
Los principales objetivos de ese proyecto son el sustento y la adquisición de equipo especializado, que permita elevar la calidad de las investigaciones en temáticas específicas, como la evaluación de la calidad de los suelos agrícolas, el análisis de muestras foliares, la inocuidad de alimentos y la generación del banco de hongos fitoparásitos.
Un equipo integrado por los investigadores José Renán García, Mariel Monrroy, Heriberto Franco, Tina Hofmann, Jorge Pino, Cornelio Franco y Roger Sánchez presentaron la exitosa propuesta. Dentro de las tecnologías de última generación que se están implementando, se incluyen ópticas, químico analíticas, bioquímicas y moleculares, y se ha procurado que sean amigables con el ambiente.
Más ciencias
Hace poco me visitó el Dr. Eduardo Ortega-Barría, Secretario Nacional de Ciencia, Tecnología e Innovación, y estuvo en un conversatorio con los investigadores de la Vicerrectoría de Investigación y Posgrado.
Allí, entre otros, el Dr. Carlos González, un joven doctor en Seguridad Informática, con estudios en Francia, propuso proyectos que permitan al sector agropecuario aplicar la tecnología en nuevas dimensiones; Abel Batista, un reconocido herpetólogo, reportó la existencia de nuevas especies; Tinna Hofmann, presentó sus estudios en micología; Jorge Luis Pino se refirió a sus estudios en la Isla Escudo de Veraguas; y Heriberto Franco compartió su visión de un ecosistema de I+D+i en el PACYT.
Ellos no son los únicos generando conocimiento. La UNACHI impulsa que graduandos de grado, administrativos y los estudiantes de posgrados se encaminen con la producción de investigaciones con estricto reglamento; de igual manera, se impulsa a los investigadores distribuidos en los cuatro (4) Institutos de Investigación y en los treinta y cinco (35) Centros de Investigación.
Mi futuro puede ser altamente beneficioso para la sociedad. Apenas empiezo a reunir hombres y mujeres educados en distintas partes del mundo y, por fin, tendrán su incubadora de proyectos de investigación e innovación, que transporte a los agricultores hacia nuevos procesos; integre diferentes disciplinas contra las enfermedades y genere el desarrollo socioeconómico que la región y el país necesite; esto es, una cultura de investigación para un desarrollo humano sustentable.
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